sábado, 18 de diciembre de 2010

La patinadomadora

Rompimos las ventanas y yo, apenas ya sin fuerzas, salté primero. La caída fue brutal, pero sobreviví… si podemos llamar vivir a lo que ha venido después. Ella jamás saltó desde aquella ventana.
Desperté en una cama de hospital que nunca debió ser mía. Mi cuerpo tardó en reponerse. Lo del alma no tiene arreglo. Es imposible entender por qué, de los dos, me tocó a mí permanecer, saltar, continuar con este amago de vida-después-de-aquel-día. Es complicado asumir la fortuna (o no) de poder tener este testimonio, la valentía (o no) que tuve para lanzarme por aquella ventana. Salté primero para mostrarle el camino, para hacerle ver que era la única salida, para convencerle de que era posible escapar. La puerta del salón estaba bloqueada y sólo quedaba una forma de huir del fuego que ya devoraba la mitad de nuestra casa. Ella, en shock, emitía pequeños gemidos, aterrorizada. Yo le mostré el vacío a través de la ventana. “Solo es un piso, podemos hacerlo”. Pero ella negaba con la cabeza.
Hoy, cinco años después, compruebo sobre el terreno que no solo ella murió allí. También una parte de mí, ese “nosotros” que habíamos construido durante seis años y medio, el proyecto de lo que queríamos hacer, aquella casa que, poco a poco, habíamos convertido en hogar… No queda nada. Hoy todo lo “nuestro” son cenizas. Los muros que dividían las habitaciones son meros escombros derruidos por el suelo, no hay rastro de muebles ni de nada que pueda hacer creer que en algún momento aquel lugar encerró vidas. Las ventanas, que un día nos ofrecieron la salvación, hoy son vanos con vistas a ninguna parte y a las que nadie se asoma. El salón de lo que fue nuestra casa es actualmente la morada de un graffiti.
- Mira papá, una patinadora con látigo. –Me ha dicho mi hijo cuando hemos paseado por la casa abandonada.
- Es una patinadomadora. -He improvisado y se ha reído.
Esa risa, que siempre agradeceré que aquella noche estuviera en casa de sus abuelos, es lo único que ha hecho que merezca la pena esta supervivencia a lo largo de estos cinco años. Él es mi clavo ardiendo en el corazón, al que me agarré después de caer de aquella ventana.
- Y la patinadomadora ¿puede ser mamá?
Entonces, un nudo en la garganta y una sonrisa que esconde un sufrimiento de noches que siempre acaban ardiendo. Finalmente asiento.
- Claro que sí. Puede ser quien tú quieras.
- Entonces es mamá.
Y a sus cinco años, el muy canalla, me ha hecho prometer que cada sábado a mediodía volveremos a este mismo lugar, a visitar a mamá, a contarle cómo nos va sin ella y a verle patinar, sobre su monopatín y con su bikini rojo, mientras intenta domar el lugar hostil en el que ha quedado atrapada para siempre.


[Texto: Ciudadano B
Foto: Paula B]


domingo, 12 de diciembre de 2010

Souvenir


Había souvenirs de todo tipo. Sombreros, platos de cerámica, camisetas, pulseras, abanicos, postales… En la puerta de aquella tienda había expuestos, a modo de catálogo,  infinidad de productos que llevar de recuerdo a los familiares y amigos que no les habían podido acompañar en aquel viaje. Su padre no acababa por decidirse y trataba de pedirle opinión. Él, sin embargo, miraba absorto a un punto al otro lado de la calle. Lo importante no estaba en la tienda. El souvenir más increíble que aún conserva de aquella ciudad fue una mirada tímida y cautivadora. Una mirada que le sorprendió desde la ventana de la casa de enfrente de aquella tienda donde pararon a comprar sombreros, platos de cerámica, camisetas, pulseras, abanicos y postales que luego repartieron. Él no se quedó con nada. Le bastó aquella mirada sin nombre, el misterio de unos ojos que nunca le pertenecieron.

Texto: Ciudadano B
Foto: Paula B.
P.D.: Disculpen la tardanza

domingo, 5 de septiembre de 2010

3. Historias



Hay historias que se escriben en las fachadas, que empiezan en los portales, suben como la espuma por los ascensores, bajan cremalleras, desabrochan botones, abren puertas, corren cortinas, apagan luces, encienden hogueras y se acurrucan, bajo las sábanas de una cama de uno treinta y cinco, en el silencio del tercero C, ajenas a la madrugada. Hay historias que no se cuentan, que se esconden bajo la cama, que se las traga el polvo y las pelusas, que comienzan en cualquier bar cerca del río, que nos explotan en las manos dejando cenizas como sabor de boca, historias que acaban antes de que amanezca, que escapan del escenario del crimen con la víctima aún en estertores, historias que no se escriben, porque de derrotas ya está la ciudad llena.

(Como siempre:
Foto: Paula B
Texto: Ciudadano B)

domingo, 1 de agosto de 2010

2. La promesa lumínica.

(Nota de los autores: Se aconseja leer lo siguiente con esta canción de fondo)



Atardecía cuando llegaron a aquel banco a las afueras de la ciudad.


- Lo prometido es deuda, ¿no?

Ella sonreía, expectante, con ojos de ver estrellas fugaces.

- Mira hacia allá, al parque. Ahora entrecierra un poco los ojos. -Ella seguía sin entender nada, pero seguía a pies juntillas las instrucciones de él. 

Y apareció.

Por arte de magia.

La realidad se fue volviendo borrosa al cerrar levemente sus ojos y una sonrisa delatora le hizo entender a él que lo había conseguido.

- ¡Ahá! Ahí la tienes, te lo prometí: llevarte a ver una procesión de luciérnagas.


El atardecer se hizo corto entre abrazos y sonrisas y, una vez en su casa, ella comprendió que cada instante guarda una magia que normalmente no descubrimos. Desde entonces recordaría aquella tarde como la tarde de su primera procesión de luciérnagas.

lunes, 26 de julio de 2010

1. LA REJA

Llegó un momento en que olvidaron los mapas, los horarios de verano y las calles que habrían de conducirlos a los lugares más representativos de aquella ciudad. Perdidos, sin rumbo, y knockeados por un síndrome de Stendhal que apenas entendían, deambularon por el empedrado, rodeando los muros que la historia había marcado, las esquinas romas del roce del viento durante siglos, el reino de las calles blancas. Comprendieron entonces que el verdadero patrimonio de aquella ciudad no eran aquellos muros, ni aquellas calles, ni las ventanas de rejas con vistas a patios que guardan secretos de luz, sino algo más abstracto que les cautivó, encerrándoles para siempre en aquellas callejuelas con destino a ninguna parte. 

Entonces, presos de aquella ciudad, entendieron la libertad de escoger donde dejarse atrapar, la maldición de la cárcel más bella del mundo.

La reja

Foto: Paula B.
Texto: Ciudadano B.

jueves, 22 de julio de 2010

¿Qué es la Polaroid Bipolar?

Cada foto guarda dos caras contrarias y complementarias. Por un lado, la que se ve, la imagen atrapada en un instante preciso, el color, la luz, lo que nuestra retina capta. Por el otro, mil historias detrás de esa instantánea, todo un universo de posibles experiencias, mil evocaciones.

P, de Polaroid, se encarga de capturar la magia a golpes de click sobre su cámara de segunda mano.
B, de Bipolar, desarrolla las imágenes para encontrar el fondo (o uno de los fondos).

Deseamos os guste lo que hemos acordado en llamar este ECFC (Experimento Cibernético Foto Creativo):


Saludos.


La Polaroid Bipolar (o lo que es lo mismo: P y A. B.)